¿Con ganas de tener tu primera experiencia en un voluntariado?
Te cuento mi GRAN primera experiencia en Indonesia haciendo un voluntariado para que te ayude a largarte.
Llevaba casi 3 meses viajando. Nunca había estado tanto tiempo fuera. Mi año sabático había comenzado hacía rato y todo iba sobre ruedas. Disfrutando de nuevas culturas, comidas, lugares, paisajes, todo se venía dando tal cual lo había pensado antes de salir, tal vez mejor.
Pero tanto entorno nuevo me llevaba a pensar en ir un poco más allá, involucrarme más de lleno y dejar que las experiencias sean las que marquen el "éxito" de mi viaje, y no solo las fotos y los paisajes que me rodeaban.
Así fue surgiendo de a poco la idea de mi primera experiencia en un voluntariado. Empecé a leer diversos grupos de viajeros y muchos remarcaban las buenas experiencias que habían tenido en distintas partes del mundo. Luego de procesarlo un poco fue que tomé la decisión y empecé a buscar donde ir. No tenía una idea clara de que tipo de voluntariado buscaba, y las opciones eran muchísimas, así que preferí elegirlo más por ubicación que por tareas/oficio.
Tenía ganas de algún lugar poco turístico para escaparle a lo habitual y de paso ganar en tranquilidad, y como ya me encontraba en Indonesia, un inmenso país con muchas opciones, decidí que fuera ahí mismo.
Después de un poco de búsqueda e investigación, encontré el lugar: seria en la isla de Sulawesi, en un pequeñito pueblo llamado Belopa, lejos de grandes ciudades, sin turismo, sin grandes atracciones y sin mucho para hacer más que estar con la gente del lugar, y con algún que otro voluntario que coincida conmigo.
No bastó más que enviar mi solicitud y recibir una respuesta inmediata: mi nuevo destino me esperaba en los próximos días con los brazos abiertos.
Y hacia allá fui, luego de un ferry y un bus nocturno, arribé a destino. En la improvisada estación de buses me estaba esperando Madi, un pequeño y sonriente personaje que era el encargado de llevar adelante la casa/escuela, y que luego de presentarnos me dijo: “Ahora que vivís en mi casa, ya sos parte de mi familia”.
Mi voluntariado se trataba de una casa/escuela de inglés, y mi tarea no era más que ayudar a los pequeños chicos y adolescentes a practicarlo. A Madi no se le ocurrió mejor idea para sus alumnos que atraer extranjeros hasta ese recóndito punto de Indonesia y hacer que los chicos se saquen los miedos y charlen con ellos, les cuenten cosas y apliquen lo aprendido en cada clase en distintos ejercicios.
En 2007 fue cuando Madi decidió abrir su propio centro de Inglés ELC (English Learning Center) donde podría ser libre para desarrollar una enseñanza informal más adaptada a los alumnos. El primer año que abrió solo tenía dos alumnos, y cuando yo llegue, ocho años después, tenía más de 100.
Su sueño es lograr que todos los niños de Belopa puedan hablar inglés para que cuando crezcan puedan conseguir mejores trabajos.
Pero todo esto lo hace sin ayuda y sin grandes instalaciones, por eso lo de casa/escuela, porque ahí mismo donde vive con su esposa y 2 hijos, también improvisa un aula y lugar para acoger a los voluntarios.
Así como para muchos la precariedad puede ser un impedimento, para él no lo fue. Cobrando muy poco por sus clases, y hasta aceptando chicos gratis ya que no podían pagarlo, es como lleva adelante todo su idea. También incorporó un tema inmenso como el mismísimo país: la basura. Decidió agregar a sus clases tareas de reciclaje y reutilización de la misma, haciendo pequeñas construcciones con botellas, latas, plásticos y hasta con las mismas ramas caídas de las palmeras.
Todo este entorno hizo que me sintiera muy a gusto, haciendo cosas nuevas, aprendiendo y ayudando a aprender. Pero si bien apenas llegué nunca lo hubiese imaginado, los que se terminaron convirtiendo en los principales responsables de mi experiencia fueron los chicos.
Si, ellos, con su ingenuidad, su inocencia y su humildad, esa que ya cuesta encontrar por estos lados en adolescentes occidentales de las grandes ciudades.
Si no lo sabían, ya de por si los indonesios son súper curiosos y “fanáticos” de los extranjeros, y en mi caso no iba a ser la excepción. Mi altura y mi barba les llamaban mucho la atención, lo que hacía que todas las miradas estuvieran puestas en mí, (y claro, en el otro voluntario que había).
¿Cómo se traducía esto? ¡En fotos! Todos los días, después de cada clase, la sesión de fotos y selfies comenzaba, y sin exagerar podía durar más de media hora, nadie quería quedarse sin la suya. Todo esto iba directo y sin dudarlo a las redes, Facebook se cansaba de ver mi cara y yo que no paraba de agregar nuevos amigos indonesios a mi perfil.
Si bien no soy de esos que se sacan muchas fotos, lejos estaba de molestarme este ritual. Con el paso de los días la confianza fue creciendo y después era yo el que le pedía fotos a ellos, un poco en serio y un poco en chiste, como pidiéndoles un recuerdo, y aclarando que lo hacía para mí, que yo era quería una foto con ellos y no ellos una conmigo.
Por supuesto que esta curiosidad se expandía en el pequeño pueblo, y si bien ahí no me pedían fotos, salir a dar una vuelta o a comprar algo era un camino asegurado de miradas curiosas por todos lados. “Bule bule” se escuchaba al pasar, es que bule es como le llaman los indonesios a los extranjeros, sobre todo occidentales, una palabra que escuché casi constantemente en mis 3 meses por aquel país.
Conforme pasaron las semanas yo ya me sentía muy a gusto con todo el entorno, pero como todo, esto también tenia un final. Luego de algunas semanas ese cierre iba a llegar, por tema de visas y tramites que tenía que hacer tuve que irme y seguir camino.
Conectarme con los chicos del pueblo fue una experiencia súper enriquecedora e inolvidable, de esas que acarician el alma. Llegué con la idea de poner mi granito de arena y mi experiencia para ayudar a un grupo de chicos con ganas de aprender, pero resultó que el que más aprendió fui yo.
Mi primera experiencia como voluntario había llegado a su fin, pero me fui convencido de que esta había sido el punta pie inicial para muchas otras que vendrían, mi viaje continuaba e iba a tener tiempo de sobra para volver a vivir algo así.
Y si, finalmente hubo más, pero esas se las contare más adelante...
Espero que el relato de mi primera experiencia en un voluntariado te sea útil y te ayude a tomar la decisión de buscar tu primera experiencia.
Si te preguntás por donde lo conseguí, fue por medio de la plataforma mundial de voluntariados Worldpackers. Si querés conseguir un descuento para tu membresía de 1 año para disfrutar de muchas experiencias, hacé clic acá.
Si además vas a andar por el Sudeste Asiático, e Indonesia, no dejes de leer mis itinerarios por las islas de Java, Sumatra y mi visita a la selva de los orangutanes, Flores, Bali y mucho más.
Si tenés alguna duda o consulta, ya sabés, me escribís.
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